Helada madera
dura como piedra,
mesa que deslumbra mil batallas
con escrituras desconocidas y
dibujos atrofiados,
como tus manos al final del día.
Cabeza gacha o en alto
escuchando verdades subjetivas
u objetivas todo depende.
La campana tiembla no
de terror, sino para
alterar el orden de
las cosas, gritos al viento.
Para volver a sentir
el placer desconocido por horas,
del aire real y puro.
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